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MADRID.- Un equipo de científicos ha descubierto un mecanismo responsable de la paulatina pérdida de memoria y capacidad de aprendizaje que suele acompañar a la vejez, lo que plantea una posible terapia para paliar estos síntomas.
El estudio, que analiza el factor de crecimiento IGF1, respalda posibles terapias basadas en esta proteína para paliar o prevenir algunos de los síntomas neurológicos propios de la edad.
La investigación, publicada en el último número la revista “Molecular Psychiatry”, del grupo editorial Nature, ha sido desarrollada por los investigadores Ignacio Torres y José Luis Trejo, del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, con la colaboración del investigador de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) Ángel Núñez.
En ratonesLos científicos relacionaron en ratones la aparición de la habitual pérdida cognitiva que acompaña a la vejez, en especial la disminución de la capacidad para orientarse en el espacio, con un déficit del factor de crecimiento IGF1 en sangre.
Esta proteína se asocia fundamentalmente a la hormona de crecimiento (GH, en su acrónimo inglés) y es segregada en su mayor parte por el hígado.
A partir de este hallazgo, el equipo ha logrado paliar estas deficiencias en los animales mediante la administración sistémica de dicho factor de crecimiento. En un experimento situaron a los ratones en un laberinto con pistas que memorizaban para encontrar la salida y se comprobó que los animales adultos con déficit de IGF1 tenían mayores dificultades a la hora de aprender las claves para salir.
Los científicos observaron que los animales con déficit de IGF1 mostraban alteraciones en la potenciación a largo plazo de su hipocampo, el área cerebral asociada a la capacidad para recordar.
Según Trejo, “las alteraciones observadas en el hipocampo están asociadas a una reducción de sus sinapsis (conexiones de las neuronas entre sí y con el resto de células) glutamatérgicas, que son las responsables de la transmisión de información”.
El trabajo muestra un nuevo papel del IGF1 sanguíneo en la fisiología del cerebro adulto, que se suma a otras funciones neuroprotectoras ya conocidas.